Había en
una vez hace mucho tiempo un niño que se
llamaba Giovanni. Él vivía en las
calles de la ciudad de Sorrento en Italia.
Giovanni no tenía madre ni padre y entonces pidió limosnas y se durmió
bajo de los puentes. Cada día fue a la
frutería del Señor Baptisto y allí hizo juegos malabares. Él hizo juegos malabares con manzanas,
bananas y naranjas. La gente se juntaron
a mirar Giovanni. Aplaudieron, se
rieron, y después compraron la fruta del Señor Baptisto, y en la noche el Señor
le dio a Giovanni una sopa. Fue un buen
acuerdo.
Un día
llegó a la ciudad un grupo de payasos y Giovanni se acercó a ver. Ellos estaban vestidos en ropa de muchos
hermosos colores. Ellos cantaban y
danzaban y la gente aclamaban, se rieron y aplaudieron. Giovanni miró y dijo, “¡Esa es la vida para
mí!”
Despues del
espectáculo, Javier se acercó al director del grupo. “Por favor, Señor. Quiero viajar con ustedes!”
“No tenemos
espacio para un niño en el grupo!” Dijo el Director.
“Pero
Señor, Yo puedo manejar los burros y ayudar a alimentarlos. Y también, Señor, ¡puedo hacer algo
maravilloso! ¡Puedo hacer juegos
malabares!” Giovanni dijo y le mostró
como podía hacer los juegos.
“Hmm…
bueno. No eres tan mal. Pero sin sueldo! Solo comida y la compañía de los mejores
payasos es todo.”
“Gracias,
Señor!” Dijo Giovanni
En tiempo,
Giovanni creció y mejoró. En poco tiempo
él se fue del grupo para hacer su propio espectáculo. En cada pueblo, él hizo igual. Primero, hacía juegos malabares con palos,
después con platos y después con antorchas.
Al fin él cogió la pelota roja, la pelota verde, la pelota azul,
púrpura, anaranjada y blanca. Las tiró,
rápido y mas rápido hasta que parecía a un arco iris! Al fin, gritando “Ahora el sol en los cielos!”
Giovanni, todavía tirando las pelotas, cogió la pelota de color de oro. La pelota de oro volaba alto y mas alto con las otras pelotas! Y la gente le aclamó y aplaudió. Los años pasaban y Giovanni llegó a ser
viejito. La gente no le prestó atención
en la calle cuando hizo juegos malabares.
Dijeron, “ Solo es el payaso viejo.
Hemos visto a él antes.”
Los tiempos
fueron duros y su traje se hizo trapos.
Hasta que un día, se le cayó la pelota de oro. Y la gente se rieron, pero no fue con
felicidad. Y ellos hicieron algo
terrible! Cogieron palos y piedras y los
tiraron a Giovanni hasta que tuvo que correr para salvar su vida!
Afuera de
la ciudad, Giovanni se descansó a lado de un arroyo. Se lavó la cara del maquillaje de
payaso. Guardó los palos, platos y pelotas
en su maleta y se quitó el traje.
Giovanni dejó de hacer juegos malabares para siempre.
Giovanni
empezó a pedir limosnas y dormir bajo de los puentes como antes. “Es tiempo volver a casa.” Dijo y se fue a
Sorrento.
Una noche,
cuando estaba en camino, Giovanni llegó a una iglesia oscura y se durmió en el
piso, agradecido calentarse un poco.
Pero poco después se despertó con música. La iglesia estaba llena de personas cantando
y llevando regalos a poner en frente de una estatua de una mujer con un
niño. Giovanni tocó el brazo del hombre
más cerca y preguntó “¿Qué es esto? ¿Qué
están haciendo?”
“¿Qué te
pasa, viejo? No sabes que hoy es la Navidad?
Es el cumpleaños de ese niño en la estatua allá! Estos son los regalos para él.”
Giovanni
esperaba hasta que todos se fueron y la iglesia estaba vacía para acercarse a
la estatua de la mujer con el niño en su regazo. Pero la cara del niño se vio triste y
severa. “Niño santo,” dijo el hombre
viejo. “¿Por qué estás tan triste cuando ya tienes todos estos hermosos
regalos? Me gustaría darte algo para
hacerte sonreír. ¡Pero, espera! Antes, yo podía hacer a la gente reír.”
Giovanni
abrió su maleta y se puso su traje de payaso y su maquillaje. “Primero,” el dijo, sonriendo “los palos,
después los platos…”
El diácono
estaba pasando por el santuario, para cerrar con llave la puerta y vio al
payaso. “Padre! Ven!
Una herejía!” gritó
Pero
Giovanni cogió la pelota roja y la pelota verde, azul, amarilla, púrpura,
anaranjada y blanca. Las tiró rápido y
mas rápido! “Ahora el sol en los
cielos!” Gritó. Y la pelota de oro voló
alto y mas alto hasta que pareció un arco iris!
Nunca había hecho juegos malabares tan maravillosos así en toda la
vida! “¡Para ti, dulce niño!” Gritó
Giovanni, “ ¡Es para ti!
Pero de repente,
su viejo corazón dejó de latir y Giovanni se cayó, muerto, al piso.
Llegaron el
pastor y diácono. “Pues, mira. El pobre payaso está muerto.” Dijo el pastor,
agachándose a mirar.
Pero el
diácono tomó pasos para detrás, temblándose.
“Pastor, mira por alla!”
Porque el
estatua del niño sonrió y tenía en la mano la pelota de oro.
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